viernes, 7 de mayo de 2010

Fritz Walter

EL HOMBRE QUE PREFERÍA LA LLUVIA

Franz Beckenbauer sólo aparca su arrogancia cuando menciona a Fritz Walter. Esas
son palabras mayores: Fritz Walter.
Beckenbauer, por entonces capitán de la selección alemana, invocó al mito el 3 de
julio de 1974, minutos antes de que comenzara la semifinal contra Polonia. Puede
parecer curioso, pero los alemanes temían más a los rapidísimos polacos que a los
holandeses de Cruyff. Diluviaba sobre Frankfurt y parecía obvio hablar de Walter:
decir “hace tiempo de Fritz Walter”, en alemán, significa que llueve. Pero había
mucho más. Se cumplían casi exactamente 20 años de la final de Berna, y Fritz
Walter, el campeón más grande, iba a ver el partido. Beckenbauer reunió a sus
compañeros y les habló de Fritz Walter.
Fue un futbolista excepcional, una fiera en cualquier zona del campo. Un Di Stefano,
según quienes le vieron. Fue el hombre que dio a Alemania la Copa del Mundo de
1954, con aquella increíble final de Berna contra la gran Hungría. Llovía en Berna, y
eso, evidentemente, ayudó. Pero la grandeza de Fritz Walter superó una simple
final, o una simple carrera deportiva. Fue la grandeza de una vida extraordinaria.
Debutó con el Kaiserslautern, el equipo de su ciudad, a los 17 años. A los 19, en
1940, vistió la camiseta internacional en un encuentro amistoso contra Rumanía. Ya
había estallado la guerra y la Alemania nazi organizaba partidos con sus aliados.
Luego se acabó el fútbol. Fritz Walter fue reclutado, asignado a las fuerzas
paracaidistas y lanzado sobre la frontera entre Hungría y Eslovaquia. Le hicieron
prisionero y le internaron en un campo de concentración, donde contrajo la malaria.
Esa es la razón, bien conocida, de que no pudiera soportar el calor del sol (le subía
la fiebre) y prefiriera la lluvia.
Durante el cautiverio, jugó algún partidillo de fútbol con los guardianes húngaros.
Cuando llegaron los rusos, para llevarse a los alemanes a un gulag soviético, los
guardianes afirmaron que Walter era austríaco. Y le salvaron la vida. Volvió a su
país, volvió al fútbol, dio dos ligas (1951 y 1953) al Kaiserslautern y capitaneó la
selección de 1954. Venció a los húngaros, pero no les olvidó. Dos años después, en
1956, los tanques soviéticos tomaron Hungría mientras la selección andaba de gira.
Los jugadores se negaron a volver, e iniciaron un triste peregrinaje por Europa
occidental: Puskas, Czibor, Kocsis, Hidegkuti y compañía se convirtieron en los
Globetrotters del fútbol de posguerra. ¿Saben quién les organizaba amistosos y les
prestaba dinero? Fritz Walter, que con casi 40 años seguía siendo el capitán del
Kaiserslautern y de Alemania.
Después de la retirada, sin apenas ahorros, declinó las ofertas para convertirse en
técnico o directivo. Eligió trabajar en la rehabilitación de presos. Poco antes de morir,
en 2002, afirmó que su vida había sido “absolutamente feliz”. Piensen, por favor, en
Fritz Walter cuando llueva sobre el césped. O cuando un futbolista multimillonario se
queje por cualquier cosa.

Enric González, El País (22-IX-2008)

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